
Dicen por ahí que sufrir una derrota cuando venís de racha positiva es importante para no perder la autocrítica. Daremos crédito a esa idea para el 0-4 padecido el sábado pasado.
Con una buena convocatoria de once jugadores, salvo por la ausencia de Sergio, las condiciones objetivas estaban dadas para hacer un buen papel. Pero desde las primeras combinaciones en "ataque" y los tempranos embates del rival nos dimos cuenta que algo no andaba bien. La escuadra rosa parecía haber sido víctima de un bidón adulterado o haber participado en las vísperas de alguna fiesta botinera en una pizzería de nuñez.
Pase corto, pase largo, lateral, cabezazo, remate, quite: todas palabras que se las tragó el río un ratito antes de pisar el rectángulo. Un equipo falto de reacción, ante un rival que supo aprovechar los errores de un rosa pálido (bien pálido esa tarde) y pararse bien atrás en la cancha para seguir castigando de contra. Niel Armstrong le metía más ritmo a su caminata lunar que los santarroseños en costa salguero, y eso se tradujo también en algunas escenas de nerviosismo que evidenciaban la impotencia.
No hay que darle mucha rosca, una goleada que duele, y que pudo ser más abultada si no salvaba los tres palos el pelado experimentado del equipo, que puso los huevos y se bancó todo el partido.
A corregir errores y a otra cosa muchachos. La cosa recién empieza.
